viernes, 24 de febrero de 2012

Sinceramente, Jorge Drexler


Barquisimeto siempre se ha autoproclamado “la ciudad músical de Venezuela”, título que yo particularmente, siempre le he envidiado. Si lo es o no realmente, no me toca a mi juzgarlo. Lo que sí puedo decir, es que por una noche Barquisimeto fue la cuna de la música poética de un uruguayo; quisiera decir humilde, pero no es así; de un uruguayo que sabe lo que vale e intenta que el mundo también lo sepa. Su música refleja su alma, un alma demasiado sincera, demasiado poética… y el simple hecho de escucharle hablar de su arte, es digno de ser llamado espectáculo. Drexler con su lindo y sobrio traje negro; conoce las dimensiones de su arte, la manipula y la recrea maravillando a un público que queda completamente a su merced; Drexler es el amo y su público obedece. 
Tres guitarras, dos amigos catalanes jugando con los sonidos y otros tantos más cambiando los colores, manipulando el ambiente. Drexler llegó con las manos vacías, no le hizo falta nada  más que su guitarra, “y vos”; como su bella canción y fue así como me sentí parte de su actuación. Y es cuando la música se hace visible… y casi palpable, perceptible a través de todos los sentidos, y la abrazas, te abraza y te envuelve… somos uno con la música y con quien la interpreta.
Drexler cantaba y contaba, metiendome más en su historia; y en mi mente el resto de la audiencia desaparecía, solo había un hombre, muchas sillas vacías y mis oídos conectados con su mente. Ya se hacía más familiar, ya me sentía como en casa de un amigo… uno que ya no cantaba, me hablaba, desde lo más sincero de su alma. Su voz recreó las trompetas que no trajo en sus maletas, y cumplió, porque ya la mente viajaba tanto que casi podía escuchar a una gran orquesta.
Cajas de música, el viento, el sonido de las olas, voces proféticas, voces simpáticas, el eco; mil juegos de luces tenues, las bombillas y una luna danzante… los cómplices de Jorge fueron uno con sus máquinas y nos llevaron a viajar con él, apoyando las palabras del poeta y dándoles la profundidad que jamás logrará una reproducción de iTunes. 
No fue una exhibición de virtuosismo musical, no fue el despliegue de una voz de infinita destreza, no fue un show de grandes magnitudes; fue un hombre con el poder de sus palabras clavando corazones , un recitador de poesía envolvente, atrapante.
Drexler improvisa con una destreza envidiable, sabe controlar su ambiente, sabe tratar a su gente. Drexler canta, recita y se hace amo, y su público le obedece.

Buen viaje.

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